jueves, 1 de octubre de 2020

Eres

El aire fresco en una noche de Reyes, 
quien empaña mis cristales en invierno, 
la sonrisa perfecta en el momento adecuado, 
el abrazo largo a la hora de la despedida. 

El inicio del que nunca quiero un fin, 
la conversación nocturna que se alarga, 
la madrugada a destiempo que nunca acaba, 
el amanecer escarlata en el templo de Debot.

Como una tarde tumbado en la hierba, 
el jugar a descifrar las formas de las nubes, 
un baño en el mar al atardecer de verano, 
el mecerme en el sonido de tu voz hasta en silencio. 

El fuego que baila en las ascuas, 
el viento que resopla en mi cara, 
el agua que fluye por mi cuerpo, 
la tierra donde quiero parar a descansar. 

El inicio y el fin de todos mis sueños, 
lo primero en lo que pienso al despertar, 
lo último que recuerdo cada noche, 
la primera y última palabra de mis días. 

El goce de las pieles en las mañanas, 
el canturrear juntos en los fogones, 
el andar desnudos por toda la casa, 
el secarse a abrazos tras una ducha. 

Un sin fin de todos mis pensamientos, 
el torrente arrollador que viene de tu boca, 
el mirar vidrioso a mis ojos cuando te toco, 
el humedecer de los labios y unos besos. 

Un estremecerte cuando con la mano te rozo, 
el erizarte la piel con la yema de mis dedos, 
la gota fría, el suspiro, ese aire que se escapa, 
el fin de cada canción y todos sus inicios. 

Las alas invisibles que me llevan al cielo, 
el adiós eterno, el hola infinito, el no te vayas
el viaje interminable con su música, 
el monumento, la visita, la guía, y yo el visitante. 

Eres al fin el fuego de todos mis infiernos, 
el cielo terrenal al que me aferro y aspiro,
la luz, la sonrisa, los ojos, los sueños, 
la meta, el lugar donde descansar de mis miedos. 





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