entras atropellándolo todo,
destrozando barreras, muros,
setos, saltando desniveles,
todas mis protecciones caen
y me quedo sin nada en la cabeza .
Me cruzo de brazos para no abrazarte,
cierro mi boca para no hablarte,
pero sobre todo no besarte,
hago el esfuerzo de no mirarte,
para no echarte de menos y no pensarte,
escurro el bulto, salto al vacío sin red,
me escondo tras los jarales,
esquivo a la carrera tus miradas,
pongo una distancia que no quiero poner,
dejo de respirar para no darte aire,
me emociono cuando me sonríes
y entonces me derrumbas y no te evito,
no quiero evitarte nunca más,
no puedo evitar pensar en ti.
Consigues sacarme de mi calma
con sólo pensar tu nombre, tu voz,
con sólo pensarte abrazada,
sonriéndole a la nada, sonrisas perdidas,
sacándome espinitas del alma.
Pero cierro la espita del gas,
estoy cambiando mi cocina de butano,
por una vitrocerámica de inducción,
mas regulable, menos intensa,
mas rentable, menos explosiva,
para que aunque no pueda evitar pensarte,
al menos no me encienda en mil llamas,
esas llamas que a ti no te queman,
las llamas en las que te agobiaste.
Allá por 2014 que lo escribí
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