viernes, 25 de septiembre de 2020

Jueves de nada

Sigo anclado en este andén, 
viendo pasar los trenes y los días, 
y los voy dejando circular
para no tener que acercarme demasiado, 
para evitar las taquicardias, 
quitarme los nervios y los temores. 

Muevo este café, un poco frío ya, 
de tanta espera y de tanto miedo, 
de tanto calentarme los dedos, 
de tanto silencio frío, de tanto invierno, 
dándome de respirar puro hielo
que congela mis ganas de respirarte. 

Sentado, mirando al infinito de tu ausencia, 
releo siempre la misma hoja, 
pierdo el hilo a la tercera línea, 
y siempre es el volverte a empezar, 
pero cada vez con las ganas más mermadas, 
pero la ilusión intacta, al fin y al cabo. 

Sigo viendo pasar esos trenes, 
esos que me llevarían a tus brazos, 
y me pregunto cuándo arriesgaré, 
cuándo compraré ese billete
que los pobres solemnes pagamos a besos
y que caducan al primer error. 

Ahí sigue el café, ya helado, 
cargando contra la mala suerte, 
esa que jamás existió, 
esa que se cargó a pulso en mi mochila
con nombre de contrabando de sueños, 
y una pesada carga que ya dura demasiado. 

El viento azotó el libro y desperdigó, 
recorriendo las calles más oscuras, 
cada hoja, cada verso, cada Cruz
anclada a las paredes de los cobertizos, 
a los sueños contigo en los brazos, 
a los papeles que pierdo a tu lado. 



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