Oír vuestras risas en mi hogar,
aun resuena vuestro eco,
vuestras carcajadas...
aun resuena vuestros silencios,
las canciones, los pulmones,
las historias de Begoñas
y las de la señora Valiente.
Aun están aquí las palmas,
los aplausos, el rasgar de la guitarra,
las miradas cómplices,
los besos, los abrazos,
esa sensación fresca
de sentirse tan arropado.
Aun me quedan las imágenes,
esa felicidad plasmada en tu rostro,
el que no sobre nada,
el sentir que no me falta nadie,
el café de media tarde,
un paseo por el huerto,
el desear que todo sea perfecto.
La deshora que me marca el corazón
en esos abrazos furtivos,
en esos besos medio a escondidas,
en las miradas de reojo,
en las sonrisas de esos labios,
en los juegos de manos,
en el sin fin de los deseos.
Si he de definir la felicidad,
que sea a vuestro lado,
por que el veros felices
es el premio que recibe
el que ama, el que siente,
el que no espera nada a cambio.
Saltar al vacío sabiendo que sois mi red,
bailaros sin ni siquiera escuchar la música,
abrazaros con el pensamiento sin más,
besaros con una mirada a 3 metros,
saber que nos deseamos mutuamente,
acaricias el pelo sin siquiera tocarlo,
disfrutar su mirada en la distancia,
saber que su piel con mi piel
sólo se juntan en soledad,
no esperar un largo abrazo
ni unos besos con los que no contabas.
Y ahora la casa ya vacía
sigue guardando las risas,
los besos, las gracias,
los abrazos (alguno agradablemente largos),
las canciones, los silencio
que nunca fueron incómodos.
Si he de definir felicidad,
esta sería mi definición:
amigos, sin presiones,
disfrutando lo que uno hace,
disfrutando de quien uno quiere,
incluso en la distancia,
disfrutando de ti sin tocarte,
sabiendo que algo hay
en el aire que lo impregna todo.
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