Me duele la cabeza de pensarte,
de amargarte los sueños y las esperanzas,
de quererte y no encontrarte en la encrucijada,
de pararme unos segundos a esperarte,
de sacar de mi chistera mil conejos,
de hacer de ilusionista y que no aplaudas,
de perder la esperanza ya me duele,
conseguiste lo que la Mar no quebró,
lo que el viento del norte no derribó.
Me duele tanto saber con tu silencio,
intuir que te marchas sin yo verlo,
que las yemas de mis dedos ya no te tocan,
que ya no hay caricias en la espalda,
ni besos en tus labios, ni miradas furtivas,
ni lenguas que nos burlen las mañanas,
ni siquiera resquemores por el incendio,
conseguiste abrirme nueva herida,
otra cicatriz en mi maltrecho pecho.
Me duele el corazón de tanto roto y descosido,
de tanta aguja sin punta clavada a fuerza,
de tanta puntada sin hilo, y remiendos,
de tanto parche nuevo en telas viejas,
de tanto quererte y no tenerte en mis brazos,
de tanto despertar con tu sonrisa en mi mente,
de tanto mirar a las miradas y no encontrarte,
de tanto ubicar tus besos en los lugares,
conseguiste general nuevos recuerdos
en donde antes sólo había tristezas y desastres.
Me duele al fin y al cabo el no tenerte,
el no quererte como tu quisieras que te quiera,
el no sacar de mis bolsillos mil razones para odiarte,
el no saber como encarar el que me huyas por la acera,
el no intentarlo desde cero, como locos,
como enamorados adolescentes impetuosos,
como ciegos, como pollos sin cabeza,
como intrepidos bohemios en París,
me duele, si tu supieras, que estés ya con otro.
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