A mi pecho vuelves a llegar,
madre, doliéndome de nuevo,
desatando mis lagrimas, como torrente,
desahogando lo que guardo,
para ser fuerte ante todos,
aunque no lo sea cuando te pienso.
En casa se desatan huracanes,
parece que la mala suerte
ha anidado en el hogar que tanto mimaste,
y nos duele tanto, te necesitamos tanto,
que hay días que no puedo,
que se agarra la tristeza a mi pecho.
A mi pecho, se agarra y me desato,
abandono las ideas negativas,
porque sólo quiero pensarte en positivo,
porque tu mereces que sea fuerte
por papá, por mi hermano, por ti,
alguien ha de traer la alegría.
Pero hay cosas que se clavan,
que se arraigan a mi pecho,
y no puedo quitármelas del pensamiento,
salvo a golpe de lágrima,
salvo a golpe de risas y besos,
salvo a abrazos sinceros.
Y sé que tu estarías contenta,
si la conocieras y me vieras como estoy,
como soy ahora y mi sonrisa,
sé que sonreirías y me animarías,
pero ya no puedo contarte mis cosas,
ya no tengo tu abrazo y tu aliento,
sólo unas lineas, unos versos.
A mi pecho llegas, estás,
ahí te tengo guardada con cada risa,
con cada mirada y gesto,
guardada en mi recuerdo,
sabiendo que me acompañas
en cada paseo, en cada risa,
en cada lágrima, en cada baile.
Y ahora, después de las lágrimas,
vuelve a salir una sonrisa de recuerdo,
de cuando fuimos al río de Gredos,
de cuando paseábamos por Altea,
de cuando disfrutamos del Corpus,
de cuando me licencié aquel invierno,
de cuando los médicos te dijeron,
que todo había salido bien.
Y a modo de oración, miña nai,
quiero pedirte que estés con nosotros,
que necesitamos tu fuerza para seguir,
que esta casa esta muy vacía sin ti,
que a veces nos derrumbamos,
discutimos, nos decimos cosas que no sentimos,
que quien más nos unía ya no está,
que quien nos mantenía se ha ido,
aunque permanezcas en mi pecho;
a mi pecho yo recurro,
cuando todo se ha oscurecido
y no encuentro consuelo,
a mi madre, a mi pecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario