Cierto es que no me rindo,
acumulo los papeles escritos en mi cuarto,
esos que jamás nadie leerá,
esos de rencor, de no comprenderte,
pero no me he rendido.
Solamente he cambiado de perspectiva,
porque merece la pena hacerlo,
porque por más que me lo niegue
hay algo que me empuja a seguirte.
Rendirme sin intentar lo imposible
no es mi estilo.
No es malo lo que nos ha pasado,
sólo una lección de la que aprenderte,
así que perdona si no vuelvo a buscarte ahora,
no por odiarte, sino todo lo contrario,
y porque podamos seguir adelante.
Y ahora que me agarro a mis tablas,
esas que yo llamo de salvación,
se me está llenando de nuevo el pecho
de sentimientos más felices y antiguos.
No me rindo, porque rendirse es cobarde,
es anularme a mi mismo y lo que sé
que podría ser un futuro más allá de mi,
no me rindo por mi, sino por ti.
Pero nada será eterno si no lo hacemos nosotros,
y sigo sonriendo cada mañana,
acunado en los recuerdos y sensaciones
más felices que he vivido, en las cartas.
Basta ya de ser un mártir de mi mismo,
merece la pena intentarlo,
y si no funciona qué le vamos a hacer,
seguiremos felices el camino a donde lleve.
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